En la primavera de 1891, a las nueve en punto de noche, una dama en estado de gran agitación abordó a un policía que vigilaba el parque urbano de la población X. Explicó que se le había aparecido un hombre totalmente desnudo saliendo de la maleza, y que ella había salido corriendo llena de terror. El policía fue inmediatamente al lugar indicado y encontró a un hombre con el abdomen y los genitales al aire; aunque intentó huir, fue alcanzado y detenido.
Este afirmó que se había sentido excitado sexualmente a causa del alcohol y que había decidido visitar a una prostituta. Sin embargo, cuando estaba atravesando el parque, recordó que exhibir los genitales le proporcionaba mucho más placer que practicar el coito, lo cual hacía raramente y sólo cuando no había nada mejor.
Así que, después de quitarse la camisa, se escondió en la maleza y, cuando vio que se acercaban dos mujeres, les salió al paso con los genitales al aire. Al hacerlo sintió una agradable sensación de calor y la sangre se le subió a la cabeza.
El acusado trabajaba en una fábrica; su jefe afirmó que era una persona fiel, ahorrativa, sobria e inteligente.
B ya había sido multado en 1886 por haberse mostrado desnudo públicamente: una vez en pleno día y otra de noche, bajo la farola de una calle.
Tenía treinta y siete años de edad, estaba soltero, y su aspecto era peculiar a causa de los vestidos elegantes que llevaba y de sus maneras afectadas. Sus ojos tenían una expresión lánguida y neuropática; en su boca mostraba una sonrisa de satisfacción. Al parecer sus padres gozaban de buena salud, pero una tía paterna y otra materna sufrían de locura. El resto de sus parientes estaban considerados como religiosamente excéntricos.
No había padecido ninguna enfermedad grave. Desde niño fue excéntrico e imaginativo. Le gustaban las novelas de caballeros andantes y de aventuras; se sentía totalmente absorbido por ellas e incluso llegaba a identificarse con los protagonistas. Siempre se consideró a sí mismo mejor que los demás y le gustaban mucho los adornos y los trajes elegantes. Cuando salía de paseo los domingos se imaginaba que era un distinguido funcionario.
B nunca mostró síntomas epilépticos. En su juventud practicó la masturbación de forma moderada; luego, el coito, también de forma moderada. Nunca antes había sentido impulsos o sentimientos sexuales perversos. Llevaba una vida retirada: leía mucho en sus horas de ocio (novelas populares, historias, epopeyas y obras de Alejandro Dumas, entre otras). No bebía demasiado: de vez en cuando se preparaba un ponche, y eso siempre lo excitaba sexualmente.
Durante algunos años, con la marcada disminución de la libido que le sobrevenía después de dichas indulgencias alcohólicas, había desarrollado el detestable deseo de exhibir públicamente sus genitales a la mirada de las mujeres.
Cuando caía en este estado sentía una sensación de calor, el corazón le latía con violencia, la sangre se le agolpaba en la cabeza y le resultaba imposible resistirse al impulso. En estas ocasiones no oía ni veía nada más, absorto por completo en la lujuria. Una vez cometido el acto, solía echarse las manos a la cabeza y resolvía firmemente no volver a hacerlo jamás, pero aquellas estúpidas ideas siempre acababan por regresar.
Al exhibirse, el pene sólo alcanzaba una erección media y nunca llegaba a eyacular; incluso en el coito tardaba demasiado. Al exhibirse le bastaba para sentírse satisfecho con mostrar los genitales; pensaba que esta visión debía de ser muy agradable para las mujeres, puesto que a él le gustaba mucho ver los genitales femeninos. Sólo era capaz de copular cuando la mujer se mostraba atraída hacia él; sin dicha atracción prefería más bien pagar e irse sin hacer nada. En sus sueños se exhibía a mujeres jóvenes y sensuales.
El diagnóstico médico-legal reconoció un carácter psicopático hereditario en el acusado y el deseo impulsivo perverso de cometer este tipo de actos incriminatorios. Además, señaló el notable hecho de que B, a pesar de ser generalmente era una persona sobria y normal, sentía periódicamente el impulso de abusar del alcohol, lo cual le forzaba a estos actos anormales. Durante sus ataques, B se se veía inmerso en un estado psíquico excepcional, en una especie de turbación mental, totalmente absorbido en su perversa fantasía sexual, como mostraban claramente los hechos del caso. Esto explicaba que sólo hubiera sido consciente de que se acercaba la policía cuando ya era demasiado tarde para tratar de escapar.
En este exhibicionismo impulsivo, hereditario y degenerado, resulta interesante observar cómo era el alcohol el que despertaba de su latencia el impulso sexual perverso.
1 MASTURBÀ TU MENTE PARA QUE EYACULE BUENAS IDEAS:
No puedo esperar a leer las restante 7
=)
si los domingos son como una enfermedad terminal u.u
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