P, de veintidós años de edad y económicamente emancipado, tenía muchos antecedentes familiares patológicos. Accidentalmente vio cómo la institutriz azotaba en las nalgas a su hermana de catorce años mientras la mantenía sobre sus rodillas. Esto le produjo una profunda impresión, y de ahí en adelante sintió el constante deseo de verle las nalgas a su hermana y de tocárselas; de hecho, mediante una inteligente estratagema lo logró.
Cuando tenía siete años se convirtió en el compañero de juegos de dos niñas pequeñas. Una de ellas era minúscula y delgada; la otra más bien gruesa. Él hacía el papel del padre que castiga a sus hijas. A la delgada simplemente la azotaba sobre las ropas. La otra, sin embargo, le permitió que le azotara en las nalgas desnudas; ella tenía entonces diez años. Esto le proporcionó un gran placer sexual y le ocasionó una erección. Un día, después de que pegarla de esta manera, la niña le pidió que le mirase los genitales, pero él rechazó la invitación, ya que eso no le interesaba en absoluto.
A los nueve años se hizo amigo de un muchacho algo mayor que él. Un día vieron un cuadro que representaba una escena de flagelación de un monje en el monasterio. P persuadió en seguida a su compañero para que representaran la escena. El otro consintió en adoptar el papel pasivo y le gustó mucho. Lo repitieron con frecuencia. En una ocasión P asumió el papel pasivo, pero no le proporcionó ningún placer. Este tipo de relación continuó hasta que se hicieron hombres; P eyaculaba siempre durante la flagelación. Dominaba a su amigo, que le consideraba un ser superior. Mientras duró la amistad, P sólo repitió dos veces este juego con otras personas: una vez con una criada, a la que le propino una azotaina en el trasero, y otra en la calle con una niña de once años, cuyo llanto, sin embargo, le obligó a huir apresuradamente.
Nunca sintió inclinación alguna hacia la masturbación, hacia la cópula con muchachas ni tampoco sensaciones sexuales antipáticas. Se limitaba a tocar las nalgas femeninas cuando estaba en medio del gentío, o las de las niñas cuando jugaba con ellas, a mirar bajo las faldas de las mujeres que subían las escalerillas de un carruaje o a mirar cómo las niñas pequeñas se desvestían.
Practicaba el sadismo-fetichismo. Fantaseaba con situaciones en las que flagelaba a su hermano menor, a una criada o a una monja. Se inventaba historias que siempre terminaban con alguna escena de flagelación. Respondía a anuncios por palabras como éste: "Maestra severa busca alumno" y obtenía un placer indescriptible con la correspondencia que seguía a continuación. Dibujaba escenas de flagelación, de nalgas femeninas desnudas. Entraba en las bibliotecas buscando libros de literatura sádica y hacía resúmenes de dichos escritos. Coleccionaba cuadros que trataban de su tema favorito y él mismo los pintaba a medida que su perversión iba progresando.
2 MASTURBÀ TU MENTE PARA QUE EYACULE BUENAS IDEAS:
MUY BUENA HISTORIA CONTINUA K MAS SIGUE JIJIJI......
P tenia tendencia spanker
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